Duelo

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“El problema de la muerte nunca es completamente atrágico,

 y la tragedia de la muerte nunca es completamente aproblemática.”

Vladimir Jankélévitch, La Mort, 2009

Quizá me tomo la libertad de escribir sobre este tema primero porque he dedicado buena parte de mi vida a estudiar el fenómeno de la muerte y el duelo, que si bien es cotidiano, nunca deja de sorprender; segundo, porque hay suficientes escritos sobre técnicas y un par de recetas, cuestiono su conciencia metodológica, no lo tomen a mal, es mi naturaleza, sería triste el acto de simplemente absorber ideas y modelos ajenos; tercero, me titulé como psicólogo hace varios años, y desde entonces nunca he dejado de estudiar, académicamente, formal e informalmente; cuarto, espero dedicar estos años de maestría y doctorado a estudiar el duelo como una construcción social; quinto, y no menos importante, he vivido el duelo, me he despedido de muchos seres queridos desde una edad muy temprana, y con el tiempo su contribución ha sido y será por siempre un recurso invaluable para mi vida.

Hablar sobre el duelo nos lleva a transitar por una vía conocida, o quizá menos conocida de lo que creemos, aquella que inicia con una reflexión sobre la muerte, y culmina recorriendo la vida, pensar la muerte implica re pensar la vida, es en sí una reflexión acerca de lo incognoscible, porque, a pesar de las experiencias cercanas a la muerte y una que otra teoría estrambótica, las construcciones que tenemos sobre la muerte, las hemos desarrollado estando vivos, como decía León Chéstov (1934), las revelaciones de la muerte provienen de la vida misma. Quizá por eso la tendencia histórica a relatar y visualizar a los seres queridos en una especie de no-vida, un espacio donde aún viven, en un mundo ajeno, un reino que un día sirvió de inspiración para los griegos, los egipcios, los tibetanos, los persas y los mayas, un reino que pasó a ser terreno de la teratología mucho antes de convertirse en seminarios de tanatología, un reino que fue tabú y luego descansó en la exclusión del misterio, pero la muerte, al igual que el duelo tienen algo en común, un silencio indescriptible, posesivo, reflexivo, profundo, inoportuno y simpático.

Mi formación me lleva a escribir sobre el duelo y la muerte, y más que nada, a plantear como nosotros, los seres humanos hemos construido una visión acerca de ella. Hace unas semanas compartía con gente del MINSAL que el duelo implica un saber previo ¿por qué? Sencillo, el duelo es una experiencia que se construye y se vive social y culturalmente, dentro de una comunidad, está vinculado de forma dinámica y sistémica a contextos sociales, educativos, económicos, políticos, ecológicos, biológicos, históricos y coyunturales. Tipificarlo como una experiencia personal sería desvincular a un individuo de lo antes mencionado, y eso nos llevaría a reflexionar el duelo de una manera inconsistente, trillada, y sobre todo: aburrida.

El abordaje sobre el duelo se vincula a la idea que tenemos de la muerte, históricamente hemos pasado y heredado mucho de las tradiciones egipcias, maniqueístas, griegas, y otras culturas que han dejado una huella notable en nuestra construcción acerca de la muerte y el duelo, hemos mutado de lo alocentrista a lo egocentrista, desde los períodos donde el doliente fallecía en casa, al lado de sus seres queridos y su comunidad, hasta una muerte excluida, impersonal, hospitalaria en muchos casos, una donde el énfasis se dio en los enlutados y poco a poco se fue incursionando en una abstracción tentadora e interesante: el duelo patológico o el enlutado como un enfermo.  Es importante advertir que este no es un texto donde recomiende técnicas psicológicas o recetas para superar el duelo, podemos dedicar páginas, artículos y charlas completas a debatir sobre los modelos explicativos, las teorías del apego de Bowlby, los constructos de Woodfield y Viney (1984), los acercamientos cognitivo-adyuvantes, el trabajo de Robert Ader acerca de la psiconeuroinmunología en las personas con dolor crónico, la perspectiva funcional de Bonanno y Keltner (1997), Stroebe y Scout y su proceso de modelo dual acerca de la pérdida y la orientación a la reconstrucción, la emancipación del vínculo del profesor Sigmund Freud (1917), el duelo agudo de Lindemann, pasar de la conmoción y la incredulidad a la resolución de Engel, vislumbrar el desconcierto hasta llegar a la reorganización y recuperación que menciona el Dr. Parkes, debatir sobre las tan repetidas y poco comprendidas etapas del duelo de Kübler-Ross, reflexionar sobre la obra de Jung y la muerte como una experiencia arquetípica, o destinar varias páginas al debate lacaniano, todo eso es tentador…para otra ocasión.

La obra titulada “La Meditazione” de Domenico Fetti es bastante ilustrativa para lo que trato de mostrar, una profunda meditación sobre la muerte es posible, y, aun así, no podemos sintetizar en palabras la experiencia de quienes viven el duelo –los enlutados-, pretendemos encerrar y tipificar en etapas o reacciones una experiencia que solo el silencio comprende, difícil; por suerte tenemos el arte, que sintetiza todo y nos permite contemplarlo cuantas veces sea necesario.

Tenemos una meditación de la muerte en tercera persona, aquí se desarrollan conceptos e ideas que, si bien repetimos o creemos tener, suceden en una esfera lejana, sabemos que mientras leemos, la muerte está sucediendo, en alguna parte, en algún lugar, el punto final e inevitable de la vida ha llegado para otros. Sin embargo, esta idea de la muerte en tercera persona se mantiene en una lejanía, como un paisaje que sabemos existe, pero está tan lejos que bien pudiese ser una ilusión, y así lo han planteado muchos, no es raro escuchar que la muerte y la vida son ilusiones, en lo personal cada vez me convence la idea en que ambas son conceptos de un mismo continuum.

Luego aparece la idea de la muerte en segunda persona, la experiencia nos lleva hasta ese punto, ese punto donde la muerte toca un ser querido, imposible no detenerse a pensar en tomarla (la muerte) con seriedad, a reflexionar acerca de las esencias, las presencias y más que nada, de las ausencias; nos detenemos y realizamos que el gran instante nos ha forzado a vivir un alto en nuestra pasajera existencia, un alto que llamamos duelo, y este “duelo” es una experiencia que nos obliga a pensar en nuestra vida, en esa vida antes, durante y después de “esa muerte”. Cuando vivimos la muerte del prójimo, lo inconsolable llora lo irremplazable, y hemos de vislumbrar un acercamiento a la experiencia que un día viviremos, un acercamiento a la quasi mortem propiam, y así, el ser de luto se enfrenta a una serie de encrucijadas ¿Está condenado a vivir en una secuencia de continuaciones donde recapitule una y otra vez la ausencia del otro? ¿Su existencia, se ha detenido de forma interminable para contemplar la esencia? O bien, ¿es posible otorgar un re significado y una re dirección a esa muerte? ¿vislumbrar un porvenir? ¿avanzar sin olvidar? Pienso que sí, es posible y probable también, pero no es fácil, el duelo, como decía Freud (1917), puede ser una fuente de angustia, y para apoyar a quienes lo viven es necesario hacer una re-lectura del fenómeno en cuestión, una re lectura que nos permita explorar la biografía de las personas, respetando sus creencias, su diversidad, su etnia, su cultura, explorando su vivencia desde la antropología, la sociología, la doxografía, la filosofía, y claro, la psicología, entre otras “ías” que puedan sumarse a este esfuerzo. ¿Cómo? Potenciando sus recursos individuales, grupales y comunitarios, ayudándoles a comprender, manejar y encontrar significado y sentido de coherencia a su experiencia.

Referencias bibliográficas.

Barreto, M., Soler, C. (2008) Muerte y Duelo. Guías de Intervención. España: Editorial Síntesis.

Chestov, L. (1938) Las revelaciones de la muerte. Guada Impresores: Valencia España.

Freud, S. (1917) Duelo y Melancolía. Buenos Aires:  Amorrortu Editores

Jankélévitch, V. (2009) La Mort. (La Muerte) Traducción por Manuel Arranz Lázaro. Guada Impresores: Valencia España.

Kubler Ross, E. (1992) Sobre la muerte y los moribundos. Barcelona: Debolsillo

Solomon, G.F. (2001) Psiconeuroinmunologia sinopsis de su historia, evidencia y consecuencias, segundo congreso virtual de psiquiatría. Interpsiquis. Mesa Redonda: Psicosomática 1 Febrero y Marzo 2001

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