Las emociones intensas no son errores
Nuestra protagonista es una preadolescente de 13 años que concibe su edad como una etapa difícil y retadora, pero en realidad a la luz de sus amigas y compañeros con menos responsabilidades, es una persona más bien overachiever, lo que en inglés alude a una persona que hace muchísimas cosas y las hace bien, pero, a pesar de ello, quiere seguir haciendo más y más; las hace tan bien que se puede fatigar en el proceso. OJO: este no es un término clínico-psicológico, más bien es un término coloquial que explica una serie de comportamientos.
Al principio de la trama se nos trata de explicar que, aunque Meilin no veía lo anterior como un problema, se perdía de algunas experiencias propias de su edad, como pasar tiempo con sus amigas tras la jornada escolar debido a su alto sentido de responsabilidad y querer hacer todo bien. A pesar de ello, la protagonista a lo largo de la película se vuelve una persona mucho más auto aceptante de su imperfección, esto a través de un aspecto fundamental en sí misma y en todo ser humano: su experiencia emocional.
A través de la metáfora del Panda Rojo en el que se transforma, se ilustra cómo muchas veces concebimos las emociones intensas como errores, y nuestra solución es reprimirlas o como mínimo rechazarlas. Pero a lo largo de la historia se nos demuestra que en realidad no se trata de reprimir nuestras emociones, si no de saberlas canalizar u orientar, dependiendo de nuestras metas y propósitos; así, Meilin al final de la trama descubre que su intensidad emocional es una de tantas características propias que debe aprender a amar, pero también a gestionar para no hacerse daño a sí misma o a los demás. ¿Cómo se logra esto? Es un proceso constante y casi permanente, y Meilin nos recuerda qué ayuda en dicho proceso: la autoaceptación, la autocompasión y el apoyo de nuestras amistades. ¿Cómo así? Síguenos leyendo.
Honra a tus padres, sin perderte a ti mismo
Esta es la médula espinal de toda la película, de hecho, es con esta frase que nuestra protagonista se presenta a sí misma. Meilin es una persona extremadamente responsable y tenaz puesto que su madre se lo exige y así le ha enseñado a funcionar en la vida; así también es una persona con una gran necesidad de complacer a su madre al punto de ocultar sus gustos más genuinos para evitar decepcionarla. Y es desde aquí que se configura como una persona hiper productiva e hiper responsable, porque es así como cree que recibirá la aprobación materna.
Desde la teoría de la personalidad de Carl Rogers, mucho de nuestro malestar (nuestros signos y síntomas en el ámbito clínico) es fruto de un estado de incongruencia entre lo que naturalmente brota de nosotros (nuestros gustos, capacidades, valores y deseos) y la manera en cómo en realidad actuamos, la cual muchas veces es en función de presiones externas. Estas presiones muchas veces vienen de nuestros otros significativos, ¿y quiénes son nuestros otros significativos cuando estamos pequeños? Así es, nuestros cuidadores, comúnmente, aunque no en todos los casos, mamá y papá.
Sin que sea intención de nuestros cuidadores, ya desde muy pequeños nos van comunicando que para que nuestras necesidades sean cubiertas (incluso ser amados, una necesidad fundamental cuando pequeños) debemos ser y hacer ciertas cosas. Esto es claro en Meilin: ella sabía que reconociendo que le gustaba cierto tipo de música, que le podían parecer atractivos cierto tipo de niños, o incluso que podía tener emociones desbordadas, podía recibir la desaprobación de su madre, pero que en cambio sacar buenas notas, ayudarle en su trabajo, honrar a sus ancestros y “aprender a controlar su Panda” (sus emociones) iba a facilitar que la madre la aceptara. Pero esta es una aceptación condicionada que de pequeños podemos interpretar como: si yo obedezco, mi madre me querrá, si no obedezco, me dejará de querer.
Y aquí está el problema. Al complacer a los demás (sean nuestros padres, pareja, amistades, mi superior en el trabajo…) nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestros propios gustos, deseos y necesidades, por perseguir la aceptación de quienes queremos. ¿Qué hacer entonces? No se trata de revelarnos totalmente con nuestros padres, de volvernos irresponsables en el trabajo dejando de hacer lo que no nos gusta, o de quedarnos en un “yo soy yo y punto” con nuestra pareja; se trata, como muchas cosas, de buscar un equilibrio, un acuerdo, una armonía entre las necesidades y deseos de las dos partes.
Meilin tomó el valor de sincerarse frente a su madre, de expresarle que no puede ser perfecta ni una copia íntegra de lo que su mamá quiere que sea, e incluso tomó el valor para expresarle que quiere ser auténtica, que quiere dejar de fingir…pero que teme mucho perder el amor de su madre por ello. La madre finalmente cede: acepta a su hija tal cual es, sin por ello perder su rol de guía y acompañante. Y de eso se trata: de buscar un común acuerdo donde ambas necesidades sean respetadas, reconociendo que de vez en cuando, ambas partes deberán ceder. Honra a tus seres queridos, pero sin olvidarte honrar a ti mismo. ¿Cómo hacer esto? En nuestra última lección profundizamos en ello.
Ser como nuestro mejor amigo: ayúdate a sanar
Otro tema fundamental que de repente se pudo profundizar más en la película es la importancia de la amistad. Cuando Meilin se convierte en panda, automáticamente se rechaza a sí misma en esta nueva faceta, sin embargo, son las amigas quienes le recuerdan que, no importa si ahora es un panda, es alguien que merece ser amada. Paradójicamente es ahí cuando Meilin descubre la clave para dejar de ser un panda (que en la metáfora se refiere a tranquilizar sus emociones): pensar en quienes te aman.
Nuestras amistades pueden ser modelos de cómo podemos aprender a ser más autocompasivos y pacientes con nosotros mismos cuando quizás nuestros cuidadores, contrario a haber sido un apoyo y figura de amor incondicional, nos han lastimado y dificultado el poder tener una voz propia compasiva y amable. Así, vale la pena preguntarnos: si nuestra voz interna fuera como un amigo, ¿cómo sería esa voz? ¿qué características tiene nuestro amigo con el que siempre podemos contar, con el que nos sentimos en confianza de contarle nuestras dificultades porque sabemos que no seremos juzgados? Ese amigo puede ser un buen ejemplo de una voz interna compasiva, esa que debemos alimentar y ejercitar día con día.