Recibir servicios de calidad en terapia para latinos o, en general, extranjeros viviendo en el exterior puede ser retador. En este post te explicamos algunas pautas para encontrar un buen terapeuta si no vives en tu país natal, y el porqué debieras tomarlas en cuenta.
Según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, para mediados del 2020 la población total de centroamericanos en el exterior era de más de 8 millones, siendo en el caso de salvadoreños una cifra de más de 700 mil. Un gran porcentaje de esta población se ha relocalizado en países con culturas e idiomas distintos, siendo uno de los más conocidos, Estados Unidos.
Acorde con Mental Health America, quienes recogen información de censos oficiales estadounidenses, se estima que la población latina o hispana en dicho país es de 18.3%, y de ese total, el 16% reporta haber enfrentado una dificultad en salud mental en el último año, lo que equivale a aproximadamente 10 millones de personas. En esa línea, la organización retoma los estadísticos de SAMHSA’s y afirma que las dificultades en salud mental están a la alza para la población latino-hispana de entre 12 a 49 años; así también los episodios de depresión mayor y los pensamientos suicidas han ido en incremento entre 2015 y 2018.
Con este panorama, surge la inevitable interrogante sobre cómo se está abordando la salud mental de las y los centroamericanos en el exterior, tanto desde el ámbito preventivo como el acceso a tratamientos de calidad, esto tomando en cuenta las posibles particularidades de la población latina en el extranjero.
Esto bien lo explicita Lisa Carley en su artículo sobre la falta de acceso en servicios de salud mental en esta población, en el que se ilustra que por diversas situaciones muchos latinos no tienen acceso a un seguro médico, pero que además debido a la competencia cultural y el idioma, esta población está más vulnerable a diagnósticos erróneos por parte de los profesionales en salud, al malinterpretar lo que dicen sus pacientes. La autora ilustra como ejemplo que culturalmente muchos latinos suelen hacer énfasis en los síntomas físicos al hablar de padecimientos emocionales, lo cual pudiera hacer pensar a un médico no tan acostumbrado a ello que el espectro de síntomas remite a un padecimiento netamente físico; considerando además que el primer profesional al que muchas personas tienen acceso no es un especialista en salud mental sino un médico general.
De hecho, la Asociación Americana de Psiquiatría confirma estas últimas ideas: que las personas latino-hispanas buscan ayuda en un profesional de atención primaria antes que en un especialista de la salud mental, y que hacen mayor hincapié en la descripción de sus síntomas físicos y no en los propiamente psiquiátricos, algo que suele ser muy común en personas con padecimientos de ansiedad, tal como lo ha afirmado Dina Semsch en una entrada anterior a este blog; en esa línea,la Asociación destaca los distintos problemas a los que se puede enfrentar esta población, como la pobre comunicación con el profesional debido muchas veces a la barrera del idioma; así también la asociación afirma que son muy pocos los profesionales en salud mental que son hablantes del español.
Lo anterior es una realidad rastreada desde el 2001 por el U.S. Department of Health and Human Services quienes ya desde esa época apuntan a que los grupos diversos pueden encontrar difícil acceder a un equipo profesional médico de su mismo contexto cultural, pues lógicamente la mayoría de profesionales en salud son blancos. Para aquella época el ratio era de 2 psiquiatras hispanos por cada 100,000 habitantes hispanos.
Ventajas de la psicoterapia con un profesional de nuestra propia cultura
Así pues, es evidente que existen ciertas dificultades en acceder a servicios de calidad en lo que respecta a salud mental por parte de la población latinoamericana en el extranjero. Con todo esto surge el cuestionamiento en torno a de qué maneras se pudiera mejorar esta situación. En el caso concreto de la psicoterapia como herramienta para tratar diferentes padecimientos mentales, puede ser significativo apuntar los resultados encontrados en un meta análisis publicado en el 2007, a través de la revista Psychotherapy: Theory, Research, Practice, Training y sintetizado por la Asociación Estadounidense de Psicología, con el que se descubre que terapias en clientes de minorías étnicas que recibieron dichos servicios en su idioma nativo eran el doble de efectivas que las terapias en inglés, y que las intervenciones diseñadas para una cultura en específico se mostraban cuatro veces más efectivas que las intervenciones diseñadas para múltiples y distintos grupos minoritarios. La efectividad de las terapias se evidenciaba aún más en personas con un proceso de aculturación menor y en personas mayores, resultado que los autores analizan tomando en cuenta que este pudiera ser el sector de personas del exterior con más necesidad de una terapia adaptada a su cultura nativa.
Es evidente pues que una forma concreta de aumentar el acceso a servicios de salud mental de calidad es generar intervenciones terapéuticas que estén en armonía con la construcción cultural de la persona. Para el presente artículo se proponen dos de estas pautas importantes de tomar en cuenta para generar intervenciones psicoterapéuticas de calidad, dirigidas a personas extranjeras relocalizadas.
Comprender y compartir el mundo cultural del paciente
Comprender el conjunto de significados atribuidos al padecimiento que pudiera estar enfrentando la persona, y a los padecimientos mentales en general, puede ser uno de tantos ejemplos sobre los varios conceptos que se significan distinto entre culturas. Por ejemplo, Diana Lorenzo, psiquiatra argentina, apunta que en muchas de nuestras sociedades latinas algunas enfermedades mentales graves son significadas desde el concepto de “locura”, y que trastornos emocionales como la depresión o la ansiedad son asociados simplemente con “los nervios”. De hecho, esta es una realidad con la que muchas personas salvadoreñas se pueden identificar.
¿Por qué comprender el mundo de significados de un paciente es importante? Uno de los pioneros en hablar sobre los elementos importantes a tomar en cuenta para establecer una buena alianza terapéutica, Carl Rogers, en su libro A Way of Being (1980), nos ilustra el valor y la habilidad empática como vehículo para la mejoría en muchos pacientes. Esta empatía en el terapeuta implica una sensibilidad hacia lo que la persona siente y significa tanto de la situación como de la sensación experimentada, y ayuda a que la persona se enfoque en dichos significados y en la experiencia. Evidentemente pues estamos hablando de una dinámica comunicacional que trasciende al mero lenguaje verbal, y que aún desde una dimensión no verbal del acto comunicativo, el socializarse con un mundo de significados similares entre paciente y terapeuta facilita ese ponerse en el lugar del otro, comprender sus significados, acompañarlo en su experiencia, y, antes de eso, comprender el mensaje lingüístico o no-lingüístico que el paciente emite.
Actitudes distintas, en culturas distintas
Alan Durand, psicoterapeuta gestáltico con nacionalidad francesa y trabajando con pacientes españoles, apunta dos elementos no verbales que se ven altamente determinados por la socialización cultural: los gestos y las actitudes. Respecto a los gestos, el autor destaca que, aunque en automático se pensaría que son universales, esto no es así, además que muchos gestos guardan significados muy específicos y sumamente distintos de cultura en cultura, aunque el movimiento corporal sea el mismo. En terapia esto puede ser importante para entender el gesto que acompaña el discurso del paciente, y que suma al conjunto de elementos que le sirven al terapeuta para comprender el significado total de la situación expresada por el cliente.
En relación a las actitudes, el autor destaca que dependiendo de la cultura así existe cierta normalidad o neutralidad respecto a las maneras de entonar, de adoptar posturas corporales, de expresarse, etc., lo cual pudiera ser percibido fuera de la norma en una cultura distinta a la de la persona. Esto plantea la cuestión de que en una terapia donde paciente y terapeuta son de culturas distintas, desde la visión del terapeuta ciertas actitudes pueden ser connotadas en un marco de referencia distinto al del paciente, y que por tanto los esquemas a través de los cuales se articula la terapia, choquen, contradigan o incluso irrespeten los esquemas del paciente. Esto incluso plantea el cuestionamiento básico desde la salud mental sobre qué es la normalidad o lo sano para distintas culturas.
Un ejemplo bastante emblemático de cómo las actitudes pueden variar de cultura en cultura y cómo ello se traduce en un significar ciertos comportamientos del paciente de manera errónea, o irrespetando su marco de referencia, bien se puede rescatar de los estudios sobre duelo de Nancy Scheper-Hugues en los ochenta, quien identificó en comunidades de muy escasos recursos en Brasil cómo el duelo de las madres por el fallecimiento de un hijo no se significaba desde el sufrimiento sino desde el desapego y la aceptación, donde la significación religiosa que se le adjudica a la pérdida le da sentido a la misma. La autora destaca que además del componente religioso, el componente socioeconómico de las personas influía en esta estrategia emocional de llevar el duelo; así, esta actitud (adaptativa, después de todo), desde otras concepciones se valoraría como insensible, rayando a una negación sobre la propia pérdida o incluso como irresponsabilidad afectiva materna, lo que obviamente dificultaría la conexión empática en la relación terapeuta-paciente; más esto es sumamente esperable y “normal” en el marco cultural de estas madres.
Disminuir las barreras del idioma
Tras haber profundizado en la importancia de la sincronía cultural entre terapeuta-paciente, se hace evidente porqué es sugerible que ambos compartan el mismo idioma. Es por ello que no está de más destacar lo planteado por Lorenzo, quien menciona que la comunicación (en este caso, verbal) es un aspecto básico al momento de diagnosticar padecimientos mentales, por lo que es vital comprender lo que los pacientes expresan y por ello hablar en el idioma del paciente puede ser extremadamente efectivo.
En síntesis, con esto no se pretende sugerir que las psicoterapias donde paciente y terapeuta guardan ciertas diferencias culturales puedan llegar a ser inefectivas, pero sí que compartir un marco cultural común puede ayudar muchísimo en términos de comunicación, canales de empatía y, con todo, establecer una buena alianza terapéutica que facilite el éxito del proceso.
La terapía en línea en Continúa
Finalmente, no está de más mencionar que reconociendo esta problemática, e intentando aportar a las posibles soluciones frente a la misma, Continúa pone a disposición de todas y todos aquellos latinoamericanos interesados en terapia psicológica, sus servicios de psicoterapia en línea, con aranceles accesibles a sus posibilidades económicas y con profesionales preparados y en constante formación para brindar servicios de calidad a compatriotas que residen en el exterior. Si tú buscas terapia, pero la diferencia cultural o el factor económico han sido dificultades para acceder a la misma, en Continúa te ayudamos.