En nuestro articulo anterior sobre los “casi algo” hablábamos que a diferencia del duelo por fallecimiento, para el duelo por ruptura amorosa no hay una ruta social clara sobre cómo dejar ir a esa persona: no hay funeral y muchas veces tampoco una ruta clara sobre cómo acompañar al doliente, o sobre cómo queremos ser acompañados; muchas veces ni si quiera tenemos claro si nuestro sentimiento merece estar y solemos etiquetarlo como “drama” o debilidad. Sabemos que en estas épocas un duelo amoroso puede ser particularmente difícil, por lo que te platicaremos sobre aspectos clave a tomar en cuenta para trabajar con él.
Algo termina, pero algo empieza
Creemos pertinente comenzar con una dosis de realidad: así como muchas cosas impermanentes en esta vida, las relaciones también lo son. Los terapeutas españoles Franciso Montesinos y Marisa Páez muy bien nos lo recuerdan:
Es fundamental asumir que la ruptura forma parte de lo que puede ocurrir en una relación. Nadie nos garantiza que una relación vaya a durar para siempre.
Parte de las reglas de juego en una relación es ser consciente desde el primer día, de que, así como empieza, así también puede terminar. Tomar consciencia de esto desde el principio nos puede ayudar a recordar al momento de la ruptura que, así como esta relación está terminando, otras posibilidades estarán comenzando (o recomenzando): más tiempo para retomar nuestros proyectos personales, más tiempo y energía para cultivar nuevas amistades, e incluso, aunque quizás ahorita no lo queramos imaginar, da paso a una nueva oportunidad con el amor, una en la que podamos poner en práctica lo aprendido de esta relación que termina.
Tómalo con calma, pero no dejes de vivir
Si tras haber leído sobre las nuevas posibilidades que te apertura el haber terminado una relación pensaste algo como: “pero yo no quiero eso, yo quiero de nuevo mi relación”, no pasa nada. Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), uno de los principales vehículos de malestar es que te presiones a sentir algo distinto a lo que naturalmente brota de ti. Estás viviendo lo que estás viviendo, no te presiones a sentir algo distinto. Está bien estar mal y que la ruptura altere un tiempo tu rutina, esto si procuras no fusionarte con tu tristeza:
Recuerda que así como has estado triste antes y ha pasado, así también esta nueva ola de tristeza pasará. ¿Qué te dice esto de ti mismo? Que eres muchísimo más que tu tristeza, aunque esta te abrace por un momento para ayudarte a superar a quien has perdido.
De hecho, Montesino y Páez lo proponen: ayudará a superar la ruptura si nos apoyamos en las otras áreas de nuestra vida, como la familia, los amigos, el ocio e incluso nuestro trabajo; más que con la idea de evadir nuestras emociones, compartirlas dejándonos ayudar. Deja ser a tu tristeza, pero también invítala a convivir con quienes te apoyan y con tus otras facetas: invítala a que junto contigo puedan seguir haciendo lo que suelen o solían disfrutar, aún y cuando no lo hagas con el mismo ánimo o ímpetu que en épocas más livianas.
“Soy el culpable de que me dejara” o “Soy el culpable de su dolor”
En un estudio sobre 4 casos de ruptura amorosa, la psicóloga clínica colombiana Cristina Isabel Carmona encontró que dentro de los sentimientos más comunes cuando se está viviendo esto se encuentran el valorar negativamente lo que se hizo o dejó de hacer en la relación, culpabilizándonos por la ruptura. Esto es algo que se puede presentar tanto en el que toma la decisión, es decir, el que deja, como en el que es dejado.
Respecto a la culpa, ya hemos hablado antes en este espacio, específicamente cuando hablamos sobre salud mental en las fiestas navideñas y mencionábamos las 3 condiciones facilitadoras de este sentimiento a partir de lo propuesto por el psicólogo clínico español Juan García Haro: la transgresión de una norma moral, haber tenido un control claro sobre el acto o la omisión que nos genera la culpa, y un daño infligido sobre otro (ya sea real o que creemos que se dio). Estas tres lupas en mayor o menor medida nos pueden servir para reflexionar de una manera realista cuál es nuestra responsabilidad en la ruptura, y si realmente ese sentimiento de culpa es proporcional a nuestra responsabilidad en la relación.
El tema de la culpa en las rupturas amorosas es un tema complejo, que nos tomará un poco más de tiempo y espacio para abordarlo. Así que si esta primera parte sobre el cómo lidiar con una ruptura amorosa te ha sido de ayuda, está pendiente de nuestras redes donde notificaremos la publicación de la segunda parte. Entre tanto, ¿te animas a comenzar a reflexionar, a partir de las 3 condiciones facilitadoras de la culpa, cómo estas se ponen en juego en una ruptura amorosa?
Aprender a aceptar una pérdida, aprender a abrazar tu dolor y aceptar que te acompañará por un tiempo mientras intentas continuar con tu vida, tus responsabilidades y las cosas que te gusta hacer, no es sencillo. Si te sientes “cuesta arriba” en este proceso, recuerda que no estás sola o solo. En Continúa ponemos a tu disposición terapia psicológica en línea a precios accesibles, puedes obtener mayor información dando clic acá.
Recapitulando la lectura de este artículo, recordarás los tres elementos clave para comprender la culpa: violar una norma moral, haber tenido un control claro sobre el acto o la omisión que nos genera la culpa, y un daño infligido sobre otro (ya sea real o que creemos que se dio). Y hablábamos que estas tres lupas en mayor o menor medida nos pueden servir para reflexionar de una manera realista cuál es nuestra responsabilidad en la ruptura, y si realmente ese sentimiento de culpa es proporcional a nuestra responsabilidad en la relación.
Tal cual acostumbramos, veremos esto a través de un ejemplo, y lo haremos específicamente con uno en el que tú eres quien decide terminar la relación. ¿Por qué desde esta vía? Pues sucede que, en una ruptura amorosa, suele ser muy frecuente que se piense que el único en duelo es aquel a quien cortaron, y que el que tomó la decisión la está pasando de fiesta, cuando puede ser que para las dos partes esté siendo un proceso igual de difícil. Y ambos dolores son igual de importantes y válidos.
Violar una norma: ¿a qué valor responde?
Al terminar mi relación, a mi criterio, ¿he violado alguna norma? Si es así, ¿Cuál es?, más aún, ¿de quién es dicha norma? ¿Es mía o de la otra persona? ¿acaso esa norma responde a un valor personal con el que me siento identificado o es más bien una norma que viene de afuera, con la que no me identifico, pero me siento obligado a responder?.
Por ejemplo: puede que en tú vida una norma muy importante sea enorgullecer a tus padres, y que una forma de enorgullecerlos era casándote con una persona que cumpliera las características que ellos desean, características que poseía la persona con la que has decidido terminar.
Ahora bien, esta norma, ¿responde a un valor personal o es más bien una auto imposición para evitar problemas con tus padres? Pudiera ser que un valor importante para ti sea enorgullecer a tus padres pues te hace sentir bien en sí mismo este hecho; o pudiera ser que simplemente quieres evitarte el malestar que te genere su desaprobación. En el primer caso quizás te des cuenta que al terminar la relación has violado un valor propio, lo cual no necesariamente signifique que fue una decisión errada; en el segundo caso te darás cuenta que has violado una norma de tus padres con la que en realidad no te identificas.
El nivel de control: ¿había algo más que podía hacer?
Sobre el nivel de control, aquí es importantísimo ser lo más objetivos que podamos, y en esto muchas veces nos pueden ayudar las amistades confiables, aquellas personas que nos dicen la verdad y pueden ver con claridad nuestra situación. ¿Las razones por las que hoy decido terminar, son cosas que están bajo mi control o más bien ya he intentado modificarlas y no se ha podido?.
En este punto es vital poner nuevamente sobre la mesa tus valores personales y lo que buscas con una relación, además de los valores e intereses de la otra persona. La psicóloga colombiana Cristina Carmona plantea la metáfora de una mesa: cuáles son los cuatro pilares (patas de la mesa) fundamentales en la relación y qué tan posible de reconstruir son. Nosotros agregamos: ¿Cuáles son los tuyos y cuáles los de la otra persona?.
Puede que en esta revisión te des cuenta (o vuelvas a recordar) que las razones por las cuales tú o la otra persona decidieron terminar, ya no son cuestiones trabajables. O, por otra parte, puede ser que sí sean trabajables, pero te des cuenta que para ti no vale más la pena hacerlo, pues esta relación ya no está respondiendo a tus valores o necesidades vitales del momento.
Un par de meses de dolor, para una vida plena
El último aspecto a evaluar es el daño infligido sobre el otro. Este aspecto está mucho más fácil de identificar, pero no por ello más fácil de aceptar: en una ruptura amorosa donde eres tú quien decide romper, es casi seguro que la otra persona saldrá lastimada. Y sí, lastimosamente, en ello sí tenemos gran parte de la responsabilidad, pero no toda la responsabilidad:
Tal cual como dijimos en al inicio de este artículo, desde el momento en el que decimos “sí” a una relación, ambos debemos estar conscientes de que esta puede terminar, y tal cual como aceptamos que se vengan tiempos de endorfinas disparadas, así también deberemos aceptar que se puedan venir tiempos desagradables. En este contrato implícito de impermanencia, ambos son responsables de reconocer que ninguno está, estaba o estará obligado nunca a seguir con algo que ya no desea.
Piénsalo de esta manera: ¿vale la pena prolongar una relación que ya no puede seguir, solo para posponer el dolor? ¿acaso no vale la pena un par de meses de dolor en ambas partes para lograr recuperar una vida mucho más plena que la que pudieran tener juntos?.
Revisando todos estos elementos tendrás un panorama más claro de tu relación y las razones por las cuales está terminando, para así encaminarte en la aceptación propia de quien comprende la situación, lo controlable, lo que no, y algunos porqués. Y esto puede ser el primer gran paso en el proceso de comprender y abrazar de manera saludable tu dolor, para sobreponerte; sin embargo, si en el camino sientes que te enredas en estos aspectos, o en el dolor y, que no puedes salir de ahí, recuerda que un proceso terapéutico nunca está de más.